El bamboleo de la historia: Imperios al ritmo del péndulo
La historia no avanza en línea recta. Se mueve, es inestable, con altibajos, más bien, como un péndulo: oscilante, rítmicamente, que va de un extremo al otro a su tiempo.
Ese movimiento, incesante e imparcial, ha elevado imperios hacia la cima del poder y, con la misma fuerza, o talvez peor, los ha precipitado hacia la ruina. No hay cúspide sin declive, ni hegemonía sin sombra. Este principio rige desde Babilonia hasta Roma, desde los Aztecas hasta los grandes imperios coloniales europeos, gobierna nuestro días y será lo que determine el futuro.El movimiento pendular no obedece únicamente a las leyes de la física, en nuestras vidas, la historia tiene sus propias leyes; es símbolo de los ciclos inevitables del poder, de la gloria y de la decadencia. Cuando una civilización alcanza su apogeo, tiende, como un péndulo que ha llegado a su punto máximo, a detenerse un instante antes de iniciar el inevitable retroceso. Las causas pueden ser múltiples: corrupción interna, excesos, pérdida del sentido fundacional, desgaste ético o económico - pero el resultado es invariable: el descenso comienza.
Este vaivén no es solo destrucción, es también renovación. Así como un imperio cae, otro asciende. La energía que se libera en la caída de uno puede alimentar el ascenso del siguiente. De las ruinas de Grecia emergió Roma; de la caída de Constantinopla brotó el Renacimiento en Occidente. El péndulo no se detiene, sino que convierte cada fin en un nuevo comienzo, como si el colapso mismo fuera condición de posibilidad para el surgimiento de lo nuevo.
"Todo fluye y refluye, sube y baja, crece y decrece, va y viene de acuerdo con esta Ley maravillosa.Nada tiene de extraño que todo oscile, que todo esté sometido al vaivén del tiempo, que todo evolucione e involucione."
Como lo manifiesta el concepto hermético "tal como es arriba es abajo" la Ley del Péndulo también se manifiesta en el interior de cada uno de nosotros, como microcosmos.
"En un extremo del péndulo está la alegría, en el otro el dolor; todas nuestras emociones, pensamientos, anhelos, deseos, oscilan de acuerdo con la Ley del Péndulo."El fanático religioso, confrontado con una decepción profunda o un acontecimiento insólito que sacude su fe, puede oscilar bruscamente hacia el extremo opuesto del péndulo: abrazar el ateísmo, entregarse al materialismo o sumirse en un escepticismo absoluto.
Del mismo modo, el materialista convencido, el ateo militante, ante una experiencia inusitada —ya sea una vivencia metafísica reveladora o un instante de pavor existencial—, puede ser arrastrado hacia el otro polo del péndulo, transformándose en un devoto fervoroso, a veces incluso en un religioso intolerante, tan intransigente como su negación anterior.
"La verdad está en el centro del péndulo, no en la extrema derecha y tampoco en la extrema izquierda."
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